Leía un día que “idioté”, idiota hoy, era quién no participaba de la actividad política en Grecia. Me hizo gracia. La sociedad griega no separaba la sociedad civil de la sociedad política, evitando así que hubiera políticos que se dedicaran a ser políticos y dando a la gente la posibilidad de involucrarse en las decisiones de la “polis”. A veces dudo si en esa separación empezó el problema.
Vemos entre nuestros vecinos una variedad de perfiles. Algunos aspiran a ser “Presidente de la Comunidad de vecinos”, unos prefieren ir a las reuniones y opinar, otros asisten por obligación y se mantienen callados, y finalmente quien hace el “idioté” porque le da exactamente igual todo y no va a nada. Yo soy un idioté, sin duda, conste en acta.
Resulta que un día, en la época de la alcaldesa Carmena, recibí una carta en casa sobre si se debía construir un edificio en Plaza de España o no sé qué historias. No recuerdo si respondí a la carta ni si voté. Lo que sí recuerdo son dos cosas:
- Me espantó recibirla por correo físico.
- Me pareció “simpático” el intento de hacer democracia participativa.
Iré sobre ambos puntos, empezando por el segundo.
Existen los ofendiditos que por el hecho de recibir la dichosa carta decían: “yo no voto para que luego me manden cartas”. Pero en mi caso no me pareció grave, no iba contra los valores de nada y lo tomé como un experimento más que como otra cosa. Así que creo que la ofensa venía más por politizar el asunto que porque fuera ofensivo.
Ahora bien, y respecto al primer punto: ¿por qué no por SMS en vez de carta?
Mi propuesta sería que diéramos la posibilidad a la gente de involucrarse en las decisiones cotidianas de los estados, las comunidades o las ciudades y que este esfuerzo fuera vía tecnológica. Que votar por carta se deje para elegir a nuestros dirigentes.
Y por último, que se involucre solo quién lo desee y cuando lo desee.
Alejandro de León