Sobre la humillación

Nadie conoce a nadie que quiera humillar a otra persona. Obvio. Al igual que nadie conoce a nadie que prefiera el alcohol a la Biblia, pero no existen tiendas de venta de Biblias de 24 horas, como diría Mises. Sin embargo, creo que el “no querer humillar” es un tema que merece unas líneas.

Una sociedad que no humilla, es una sociedad que hace aquello que decía Kant de manera tan bella: “obra de tal modo que uses a la humanidad siempre como un fin y nunca como un medio”. Creo que, sinceramente, en esta sociedad de la inmediatez, del cortoplacismo, una sociedad de empresas reportando cada 3 meses… es crucial pensar en no humillar, pensarlo constantemente porque vamos muy rápido.

No humillar al que no tiene casa o no humillar al que pide en una esquina, es una obviedad que rara vez se hace, pero no humillar al que piensa diferente, no humillar al que cree en un Dios, no humillar tampoco al que no cree, no humillar al que trabaja duro, ni tampoco humillar al que trabaja poco. E iré a temas más espinosos, y diré que esos reenvíos masivos sobre errores humanos (revisemos los mandamientos, allí tiene una guía el que cree y que el que no), vía redes sociales, son horribles, errores de tipo intelectual, pero también errores de tipo carnal. Creo que se entiende. 

Somos una vez más “dioses con prótesis”, tenemos la posibilidad de destrozar la vida de alguien de manera física, pero también de manera virtual; somos partícipes y, por tanto, culpables de viralizar la debilidad ajena. Entiéndase que yo soy el primero en todo esto.  

Algún día esa humillación viral puede ser la nuestra, y si bien comprendo que es difícil pensar en las consecuencias de esos cuatro clics, hemos de volver a Kant. Como siempre. Una vez más. Kant no vale para todos los días, Kant no es el término medio aristotélico que te vale para educar a tus hijos y también para elegir qué tomates compras en el súper, pero Kant sí sirve como parapeto para ese gran poder que hemos dado a unas redes sociales que aún, claramente, no sabemos muchas veces usar. Somos coetáneos de estos descubridores del fuego y aún no sabemos cuándo podemos empezar a quemarnos. 

Leamos a Kant para aprovechar la libertad.

(*) Gracias a Adela Cortina, tan maravillosa siempre, que me dio las ideas para esta idea.

Alejandro de León

Deja una respuesta