Ningún niño en el océano

«El hombre sano no tortura a otros, por lo general es el torturado el que se convierte en torturador».

Carl Gustav Jung

 

Aún no sé porque esta idea no es la primera y la nuclear de este mini-proyecto personal, quizá me dejé llevar por la pasión y elegí Ruanda, o quizá no quería que la primera idea que propusiera fuera demasiado “conflictiva”. Esta idea número 4 lo será, tristemente. En el siglo XXI a veces tengo la sensación de que discutimos por cosas por las que ya deberíamos tener consenso.

Empezaré fuerte. Ni un M.E.N.A. sin proteger, cueste lo que cueste, en el plano económico o en el plano social. Si queremos ser un país moral debemos aprovechar que Europa ocupa el 60% del “Sistema de bienestar del mundo” y, aunque haga falta, endeudarnos, para esto sí. Pero siempre y en todo lugar, proteger al más débil. Se me ocurren pocos colectivos más vulnerables que un “menor extranjero no acompañado”.

En el plano económico decir, que yo pago impuestos para educación y salud pública, ¡PERFECTO! Estoy conforme pero también quiero pagar impuestos, los que sean, para que se apoye a estos menores extranjeros no acompañados. Me pongo el velo de la ignorancia de Rawls y elijo como medida número uno que se proteja al niño porque quizá la vida llega a ser tan cruel que un día ese niño es mi hijo o mi nieto y quiero para él un país extranjero que le adopte y le cuide. Lo demás es como la película de los Coen, CRUELDAD INTOLERABLE.

Así que propongo que la regla número uno del país en el que quiero vivir sea prioridad máxima a los niños no acompañados, luego al resto. Ni un niño debe pasar más de 5 minutos en un océano hasta que llegue un barco y lo recoja para cuidarle y hacerle un ciudadano ejemplar.

Algunos dicen que venimos del pensamiento cristiano, otros del magistral Aristóteles o del maravilloso Pericles, más lejos me quedan otros como Zoroastro o Confucio. Ninguno de ellos dejó la “negociación” de ningún estado si el niño debe ir a España o a Italia. Por tanto, dejemos de dar vergüenza ajena y abramos los brazos a quién lo necesita, venga de donde venga y si no deberíamos llenarnos menos la boca con el “estado del bienestar”.

Alejandro de León.

CEO de MICROWD.

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