Existen actualmente dos corrientes que están promovidas, curiosamente, por el mismo perfil de cretino. Es triste, porque la razón jamás debe ser derrotada por emociones y parece que en los días del “tweet” ocurre esto frecuentemente.
Volviendo a las dos corrientes:
- La primera: Dios mío, dios mío, nos roban los datos.
Teaser: cuando piensas esto llevan 5 años captando tus datos. - Segundo: vivir constantemente en base a emociones y no a datos, como decía. Ejemplos: el salario mínimo es bueno, la renta básica es mala, etc., etc.; y el salario mínimo o la renta básica no es nada comparado con “en España no entramos todos” o “la inmigración es mala”.
¿Y si nos paramos a analizar consecuencias antes de emitir un juicio? No debería ser tan difícil. Sería como cuando una empresa dice: lanzaremos un piloto. Nadie se echa encima de un piloto, ¿cierto? Yo haría lo mismo como gobernante, lanzar pilotos para, a futuro, minimizar daños. Mi querida Yolanda, que siempre insisto en que le tengo cariño, parece que se ha cargado 100.000 puestos de trabajo por subir el salario mínimo empecinándose en que el prejuicio venza al juicio, parafraseando a mi admirado Escohotado.
Volviendo a los pilotos. El relato coge sentido además porque las decisiones no las tomaría el dedo de un colectivista sino el cerebro de un superordenador. ¿Quién podría elegir a Pedro el guapo, pudiendo elegir a la Deep blue? Además, el político podría quitarse responsabilidades, diría: tomamos esta decisión en función de los datos. No haría falta la vil mentira del grupo de expertos.
Me acuerdo del año 2020 y las decisiones de los expertos invisibles. Señores, nos estamos jugando la vida de miles de personas. ¿No deberíamos endeudarnos, para esto sí, para extraer la data que nos diga cómo podemos salvar más vidas? En vez de invertir en materia gris y en chips decidieron comprar periódicos que titulaban «salimos más fuertes». No me extraña que se cabree el que dice: pago impuestos para que financien chantajes emocionales.
Resumen, no les demos margen para chantajearnos, estados pequeños, poderes pequeños. No hay otra receta.
Alejandro de León