¿Debe la cultura ser subvencionable?

Spoiler alert: no debe, no.

El problema de la cultura, del simbolismo y de nuestras raíces es cuando las pones por encima de la moral y del espíritu crítico

Cuando un país elige cultura por encima de moral se ha estropeado el invento, es bastante evidentemente. Hitler llega al poder porque, entre otras cosas, convence al pueblo que ellos son mejores y merecen más cosas que sus vecinos de al lado. E incluso que lo que el destino les ha deparado; todo resumido en el pérfido “Tratado de Versalles”, por no extenderme más. El pueblo y sus raíces por encima de cualquier código moral más actual.

Aunque parece que está muy alejado del discurso de la bandera y los anticuerpos españoles, creo que no lo está. Detrás de cada bandera de un país, se puede esconder la crueldad si no entendemos bien que tiene que haber una moral y no un supremacismo, del tipo que sea. La bandera debe representar concordia, paz y falta de privilegios, en mi opinión.

¿Cómo enlazar esto con la cultura? Muy sencillo. OK a la bandera como rasgo de nuestra cultura, como cuando mencionaron el otro día en un debate “el flamenco”, pero jamás por encima del proyecto personal del de enfrente e, importante, siempre de manera privada, creo yo. Cuando es pública, la cultura se convierte en un arma arrojadiza para generar discordia. 

¿Alguien quiere que en España tengamos el mejor cine? que invierta en cine que además tiene ventaja fiscal. 

¿Alguien quiere compartir con sus adláteres los valores detrás de la bandera? Perfecto, que se monte una fundación.

¿Alguien quiere que “perdure” en el tiempo el toro de Osborne? que los críe en su finca.

Y, por último, decir que reivindico esto porque un día financiamos el toro de Osborne y al día siguiente una película sobre la Guerra Civil, y mientras hacemos el “primo” somos más pobres que el día anterior. PP y PSOE parecen dos niños alternando su pelea, quizá necesiten que sus padres lleguen y les digan, “parad de una vez, cada uno a su cuarto”. Los padres en este caso somos nosotros, claro está.

Alejandro de León

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