Todos tenemos un amigo que ha ayudado a una ONG, un amigo que se ha decepcionado con una ONG y un amigo que ha despotricado de las ONG.
De repente, cambias ONG por Estado, o por gobierno, y el cuento es el mismo. Incluso si este cambio se realiza en el párrafo anterior.
¿Por qué?
Pues porque yo creo que el objetivo de cualquier acción, especialmente las gubernamentales, que deberían ser fiscalizadas por los ciudadanos, debe tener unos objetivos claros, concisos y medibles; aunque solo sea por una cuestión de expectativas reales. Y aquí me topo con la rentabilidad porque no necesariamente algo que hace un gobierno debe ser rentable económicamente, muchas veces aliviar el dolor ajeno va antes que rentabilidad, sostenibilidad o similares.
En estos casos, no hacen falta empresarios sino cooperantes, incluso podrían no hacer falta empresarios, ni cooperantes sino abrirse paso a ello políticos honrados. Eso también lo necesitamos para que nos cuiden al leviatán. Denigrar al político es, también, hacer marketing a esa profesión tan denostada.
Es irritante (y arrogante) el empresario exitoso que cree que puede solucionar el mundo, usando su talento en el mundo de la cooperación. Haber sido exitoso en el mundo empresarial, no te hace exitoso en el mundo de la cooperación, igual que haber jugado bien al fútbol no te hace buen empresario. Quizá la humildad de aprender ese nuevo oficio, con algunas herramientas que traes de tu pasado, pueda ser una mejor aproximación al éxito.
Alejandro de León