Sobre un posible “ratio” para el tamaño del Estado

Mucho se ha estudiado y escrito sobre cómo hoy estamos mejor que nunca, en casi cualquier disciplina que te pongas a analizar con algo de detalle. Lo de siempre: electricidad, internet, acceso a agua, muertes infantiles, igualdad de género, desigualdad mundial, renta per cápita, hambre, acceso a alimentos saludables, cantidad de ellos, riesgo de muerte temprana, esperanza de vida, muertes en guerras, muertes sin guerras de por medio, democracias en el mundo, seguridad ciudadana, seguridad jurídica, extensiones verdes, educación, etc., etc., etc. 

Por no dejar coja esta exposición, hay que decir que las emisiones, desde la industrialización, se han disparado y que el suicidio ha aumentado, correlacionado o no, con el aumento del agnosticismo y ateísmo.

Si concretamos todo esto en una idea, la violencia, aquí tenemos a un titán como Steven Pinker a la cabeza del análisis en este sentido. El maravilloso libro “Los ángeles que llevamos dentro” explica cómo este año será el menos violento de nuestra historia y el siguiente lo superará.

Las razones que esgrime se pueden reducir a 5: cosmopolitismo, como una comprensión avanzada del individuo en un sistema, el feminismo para dar a la mujer igualdad de oportunidades que al hombre, tecnología para tener las cosas más rápido y más baratas, comercio como herramienta de paz donde antes podría haber conflicto y el perfeccionamiento del “Leviatán” hobbesiano del “salvaje” que hipotéticamente llevamos dentro.

Si hoy somos menos violentos de lo que hemos sido nunca, como explica el psicólogo, ¿por qué los Estados que nos vigilan y protegen son más grandes que nunca? Por supuesto, alguien podría decir que es precisamente por el tamaño gigantesco de algunos Estados por lo que estamos “tan” bien. Sin embargo, correlación es diferente a causalidad, y si esto fuera cierto la Corea del Norte actual, o la URSS o la Alemania de Hitler, habrían sido menos violentas que Singapur o Hong Kong, y no es el caso.

Mi idea de hoy defiende aquello de Borges sobre cómo que en algún momento llegaremos a un desarrollo moral en el que no necesitemos Estados. Mi idea de hoy versa sobre aquello de “si la subvención fuera la solución, al año siguiente debería ser más pequeña” de la misma manera que si el Ibuprofeno me quita el dolor de cabeza no tomaré Ibuprofeno al día siguiente. Aumentar la partida de un Ministerio tendría que significar que la solución previa no funcionó, que la cosa empeoró y que hacen faltan más muletas porque hay más piernas rotas, ¿no? ¿Para cuando un Ministro o una Ministra que su discurso sea “esta medida será tan efectiva que no necesitaremos más dinero en este punto dentro de 2, 3 o 4 años? Sin embargo, el discurso es aumentar partidas, y aumentar personal, más para satisfacer sus ínfulas que para solucionar problemas del ciudadano.

Yo no sé si somos una “tábula rasa” al nacer o si venimos predeterminados por una lotería genética que nos pone más abajo o más arriba en las probabilidades de ser felices. No sé si somos lo que “hacemos” de nosotros mismos o algunos nacen “genios” y otros “violadores”, pero sí que tengo claro que nuestra lucha debe ser por defender a los débiles de hoy y, OJO, a los débiles del mañana con las herramientas que tengamos, y defendernos a nosotros mismos también.

Ahora que en el Congreso se habla de enfermedades mentales y de depresión, me pregunto en esta idea, si una solución no podría ser tratarnos como adultos desde que somos adultos, devolvernos nuestra vida con su libertad adherida a su prima hermana, la responsabilidad. ¿No bajarían las enfermedades si se nos permitiera llegar a quién podemos ser, como anhelaba Sócrates? ¿No bajarían las enfermedades si el límite de nuestro actos, de nuestro lenguaje, de nuestra riqueza, de nuestro éxito lo pusiera cada uno? Yo no soy doctor, ni tengo estudios que avalen estas suposiciones pero un estado predador para alguien que gana el salario mínimo no parece la mejor alternativa vital. 

Quizá estamos poniendo al lobo al cuidado de la ovejas.

PD: dos apuntes a la reflexión. He intentado explicar que cuando digo que “estamos bien” es un argumentación histórica, de cómo estamos sobre cómo estuvimos. En 1801 estarían, probablemente, mejor que en 1800 y esto no nos hace obviar que estaban francamente mal. Lo segundo es que hablar bien o mal, es por hacerlo explicable y dinámico, siendo consciente de que el sufrimiento está ahí, y seguirá estando.

Alejandro de León

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