Ob Skena

Vivimos en el mundo de la cancelación, donde el poder decide qué se exhibe y qué no, qué es lo bello, qué es lo bueno y cuánto podemos ver. Por eso elijo esta palabra, pensando que toma relevancia en este momento.

El otro día veía a Reverte comentar sobre la censura al muerto y me hizo arrancarme sobre el concepto griego de la “ob skena”, preámbulo de lo obsceno.

En el contexto del texto, el término «ob skena» se relaciona con la idea de lo que debe ocurrir fuera de la escena en el teatro griego antiguo. Esta noción se vincula con un cuidado de la sensibilidad y una ética pública que protege a los ciudadanos de la polis de la exposición excesiva y la hipervisibilidad. 

Los griegos entendían que ciertos elementos, especialmente aquellos relacionados con lo patético, lo sexual y lo violento, no debían representarse completamente en escena, ya que eso anularía la multiplicidad, la ilusión y la imaginación, y desvirtuaría el misterio y el potencial semántico de esos elementos. Esto se conecta con la idea de que la obscenidad, en su forma más amplia, implica una sobrecarga en la representación que anestesia y despoja de la tensión y la seducción, ya sea en el ámbito sexual o en la expresión artística. En última instancia, esta preocupación por lo que está «ob skena» refleja una preocupación por lo público y lo común a todos, mientras que lo privado queda fuera del escenario público.

Ahora pienso en Hitchcock y en lo evidente del cine de hoy. En la escena que antes se intuía y ahora de despedaza, tanto de sexo como de violencia. Antes, en el cine clásico, se le daba al espectador un “hueco” para imaginar qué habría pasado, quién mató a Janet Leigh es el ejemplo, quizá, número uno. Después llegaron los tiempos de lo explícito y el “destape” no solo era sexual sino más bien sensual porque sacaban igual una escena de sexo que un hígado ensangrentado y, ahora, parece llegar la censura neopuritana. ¿Qué vendrá después?

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